miércoles, 26 de agosto de 2009

Dadme el Dedo reflexion



Cuando uno le da algo a una persona con el firme deseo de ayudarle, no puedes saber si le haces un bien o un mal, esto depende del sentido común de la persona que recibe la ayuda.

Hay algunos que, por desgracia, se acostumbran a siempre recibir ayuda para todo, argumentando mil cosas para lograr ese objetivo.

En vez de buscar la forma de salir de su pobreza inventan mil maneras de aprovecharse de esa situación, incluso los hay de los que fingen alguna invalidez para despertar lastima en los incautos que caen en sus redes.

Una forma de fomentar esta “profesión” es darles la dádiva directamente a estas personas en vez de hacerlo por medio de una institución.

Hay un pequeño cuento que nos ilustra de las consecuencias de ayudar a estos "necesitados"….

Dadme el dedo

Un pobre caminaba por la ruta imperial. De repente vio que venía el emperador y se detuvo. El emperador le toco con un dedo la bolsa de la limosna y todo se convirtió en oro.
El pobre, loco de alegría, le pidió que le tocara un ojo, del cual no veía, y el pobre recobró la vista. Le tocó los dientes perdidos, y los recobró, relucientes de oro.
Mientras el emperador se iba, el pobre le pidió, -¿podrías darme, señor, una cosa, solo una cosa pequeña?
- A ver, decidme, ¿qué más queréis ya?
Señor, el dedo.


Papa, quiero ser como tu.



Que difícil ha de ser, que entre un parpadeo y otro tu hijo nazca y se haga hombre y tu ni siquiera tuviste un momento para estar con el, para disfrutar sus primeras palabras, sus primeros pasos….. su primer patada al balon!

No concibo a un padre que anteponga su trabajo o su realización profesional al gozo y disfrute de ver crecer a sus hijos.

Cuando nació mi hija, estando yo en la puerta afuera del quirófano, sucedió un detalle que se me quedo muy gravado, al oír su llanto de nacimiento algo me debió de haber pasado, pues una señora que estaba cerca de mi me pregunto que como me sentía en esos momentos y le conteste: “Como quiere que me sienta ante un evento que tal vez ya no va a volver a suceder en mi vida….”, y efectivamente, ya no volvió a suceder, y de eso hace ya 24 años….

A continuación comparto con ustedes esta bonita reflexion:

Papa, quiero ser como tu.
Mi hijo nació hace pocos días, llego a este mundo de una manera normal.
Pero yo tenia que viajar, tenia tantos compromisos…. Mi hijo aprendió a comer cuando menos esperaba. Comenzó a hablar cuando yo no estaba…… ¡Como crece mi hijo de rápido! ¡Como pasa el tiempo!
Mi hijo, a medida que crecía me decía: “Papa, algún día seré como tu, cuando regresas Papa?” “No lo se, hijo, pero cuando regrese jugaremos juntos….. ya lo veras”.
Mi hijo cumplió 10 años hace pocos días y me dijo: “Gracias por la pelota, papa, quieres jugar conmigo?”. “Hoy no, hijo…. Tengo mucho que hacer”. “Esta bien, papa, será otro día”. Y se fue sonriendo y como siempre en sus labios las palabras “Yo quiero ser como tu”.
Mi hijo regreso de la universidad el otro día, todo un hombre. “Hijo, estoy orgulloso de ti, siéntate y hablemos un poco”. “Hoy no, papa, tengo compromisos. Por favor préstame tu automóvil, tengo que visitar a algunos amigos”.
Ya me jubile y mi hijo vive en otro lugar. Hoy le llame: “¡Hola hijo! ¡Quiero verte!”. “Me encantaría, padre, pero es que no tengo tiempo. Tu sabes…. El trabajo, los niños….. pero gracias por llamar, fue hermosos oír tu voz”.
Al colgar el teléfono me di cuenta que mi hijo….. era como yo.



Los Milagros que Ya No Vemos



Hay ocasiones en que nuestra credibilidad de sobre algunas cosas es muy exigente, nos negamos a nosotros mismos la posibilidad de que sean ciertas, tal vez por no querer creer en ellas o simplemente por necedad.

Al ser de esta forma pasamos por alto detalles que son parte de la vida, sin los cuales tal vez ni siquiera existiéramos; no valorar el día a día nos deja muy poco con que disfrutar sin que nos cueste algo, sin que tengamos que sacrificar o perder algo o a alguien para poder decir ¡Que maravillosa es la Vida!

A continuación les comparto un cuento para reflexionar:

Tres personas iban caminando por una vereda de un bosque; un sabio con fama de hacer milagros, un poderoso terrateniente del lugar y, un poco atrás de ellos y escuchando la conversación, iba un joven estudiante alumno del sabio.

Poderoso T.: "Me han dicho en el pueblo que eres una persona muy poderosa y que inclusive puedes hacer milagros".

Sabio: "Soy una persona vieja y cansada... ¿Como crees que yo podría hacer milagros?".

Poderoso T.: "Pero me han dicho que sanas a los enfermos, haces ver a los ciegos y vuelves cuerdos a los locos..... esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso".

Sabio: "¿Te referías a eso?... Tu lo has dicho, esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso... no un viejo como yo. Esos milagros los hace Dios, yo solo pido se conceda un favor para el enfermo, o para el ciego, y todo el que tenga la fe suficiente en Dios puede hacer lo mismo".

Poderoso T.: "Yo quiero tener la misma fe para poder realizar los milagros que tu haces..... muéstrame un milagro para poder creer en tu Dios".

Sabio: "¿Esta mañana volvió a salir el sol?".

Poderoso T.: "Si, claro que si!!".

Sabio: "Pues ahí tienes un milagro..... el milagro de la luz".

Poderoso T.: "No, yo quiero ver un verdadero milagro, oculta el sol, saca agua de una piedra.... mira, hay un conejo herido junto a la vereda, tócalo y sana sus heridas".

Sabio: "¿Quieres un verdadero milagro? No es verdad que tu esposa acaba de dar a luz hace algunos días?".

Poderoso T.: "Si!! Fue varón y es mi primogénito".

Sabio: "Ahí tienes el segundo milagro.... el milagro de la vida".

Poderoso T.: "Sabio, tu no me entiendes, quiero ver un verdadero
milagro..."

Sabio: "¿Acaso no estamos en época de cosecha?, no hay trigo y sorgo donde hace unos meses solo había tierra?".

Poderoso: "Si, igual que todos los años".

Sabio: "Pues ahí tienes el tercer milagro...."

Poderoso T.: "Creo que no me he explicado. Lo que yo quiero...." (el sabio lo interrumpe)

Sabio: "Te entiendo bien, yo ya hice todo lo que podía hacer por
ti...Si lo que encontraste no es lo que buscabas, lamento desilusionarte, yo he hecho todo lo que podía hacer".

Dicho esto, el poderoso terrateniente se retiro muy desilusionado por no haber encontrado lo que buscaba. El sabio y su alumno se quedaron parados en la vereda. Cuando el poderoso terrateniente iba muy lejos como para ver lo que hacían el sabio y su alumno, el sabio se dirigió a la orilla de la vereda, tomo al conejo, intercedió por su curación y sus heridas sanaron; el joven estaba algo desconcertado...

Joven: "Maestro te he visto interceder por milagros como este casi todos los días, ¿Por que te negaste a mostrarle uno al caballero?, ¿Por que lo haces ahora que no puede verlo?".

Sabio: "Lo que el buscaba no era un milagro, sino un espectáculo. Le señale 3 milagros y no pudo reconocerlos. Hay que tener humildad, para llegar a ser maestro primero hay que ser alumno... no puedes pedir grandes milagros si no has aprendido a valorar los pequeños milagros que se te muestran día a día. El día que aprendas a reconocer a Dios en todas las pequeñas cosas que ocurren en tu vida, veras que Dios realiza milagros aun sin que tu se los hayas pedido".

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